ACIDO GRASOS DURANTE EL EMBARAZO

Deben aportar entre el 20 y 35 % del valor calÓrico total, siendo importante incluir ácidos grasos esenciales de la familia omega-6 y omega-3 ya que son fundamentales para el buen funcionamiento del sistema utero-placentario, el desarrollo del sistema nervioso y la retina del feto durante el embarazo y del ni&nmtildeo durante la lactancia. Se estima un aporte necesario promedio de 600 g de ácidos grasos esenciales durante toda la gestación, es decir, aproximadamente 2,2 g/día(2200 miligramos).
Para cubrir estas necesidades el consumo de pescados (fuente principal de omega 3) debería ser de 3 veces por semana o 2 si se consumen pescados con alta cantidad de grasas. El aporte de ácidos grasos esenciales en cantidades adecuadas es fundamental para el desarrollo de la placenta, del feto y para el resultado final de la gestación, principalmente, el ácido docosohexaenoico (DHA; 22:6 n-3) y el ácido araquidónico (AA) son importantes para el desarrollo de sistema nervioso central. Existe un brote de crecimiento en el cerebro humano durante el último trimestre de embarazo y el primer mes postnatal, con un gran incremento en el contenido de DHA y AA. El feto y el recién nacido dependen de la provisión materna de DHA y AA. Un reciente consenso sostiene que la acumulación de DHA en el feto se produce en el último trimestre del embarazo mientras que la de araquidónico ocurre en el período post natal. Se han relacionado además con futuras puntuaciones más altas en los tests de resolución de problemas, mejor coordinación mano-ojo, rango de atención y otras medidas del desarrollo global. Por otro lado, se asocia su consumo a una disminución del riesgo de desarrollo de alergias y asma durante la vida. A partir de los estudios, se observa un mayor beneficio cuando se suplementa con el DHA, y mucho menor efecto cuando la suplementación es con su precursor, el ácido alfalinolénico(Es conocido que existe una conversión de ácido alfalinolénico a DHA pero es limitada). Una observación muy interesante de estos autores es la asociación positiva entre la ingesta materna durante el embarazo de DHA y el grado de desarrollo mental del niño a los 4 años de edad, lo que sugiere que los beneficios de la suplementación se pueden extender a largo plazo. Por otro lado, la depleción de omega 3 durante el embarazo se asocia a la aparición de depresión durante el mismo y después del parto. Diversos estudios aseguran que la suplementación puede ser útil para prevenir la aparición de depresión y como coadyuvante terapéutico una vez que ella se manifiesta. En la madre, también se vieron efectos preventivos de estos ácidos grasos asociados a la preeclampsia y parto prematuro. Se recomienda que durante la gestación y la lactancia se deben suministrar diariamente al menos 2 a 6 g de ácidos grasos omega 3 y 100 mg de DHA, lo que permitiría cubrir las necesidades del feto y el lactante. M%aacutes aán, si se continúa con la ingesta regular durante la etapa preescolar, se ha demostrado un efecto protector frente a posibles trastornos de hiperactividad, mejorando al mismo tiempo la capacidad de atención y aprendizaje. Según una actualización del CESNI, se sugiere la ingesta de al menos 200 mg/día de DHA durante el embarazo. Se menciona además que la suplementación de hasta 1 g/d de DHA no ha producido efectos adversos. Esta recomendación parece ser también adecuada para las mujeres en períodos de lactancia. Es preferible que esta ingesta de DHA se logre a través del consumo de una o dos porciones de pescados con alto contenido de grasas tales como salmón, arenque, anchoas, trucha y caballa. Con respecto al ácido araquidónico, su contenido en plasma y tejido es relativamente estable y no parece ser influenciado por la dieta. Por lo tanto no hay indicaciones sobre una ingesta adecuada del mismo si existe una dieta con contenido de ácido linoleico, su precursor. Debe tenerse en cuenta que durante el embarazo y lactancia, a consecuencia de los niveles de metilmercurio encontrados en algunos pescados debido a la contaminaci?n de las aguas, conviene evitar el consumo de pescados de gran tamaño, (Los peces pequeños tienden a acumular menor cantidad de mercurio), dado que a medida que son más grandes y más viejos acumulan mucho más metilmercurio. Por este motivo también se debe controlar la cantidad de atún que se consume, ya que si bien en Argentina no se sabe si la contaminación de los pescados con mercurio representa un problema, diversos estudios realizados en la costa sur del Río de la Plata vienen detectando contaminantes, entre ellos metales pesados, en peces de la zona como sábalos y carpas.